viernes, 18 de diciembre de 2009
Me cansé. De ser la amiga, de ser la amante, de ser la que no alcanza, de no llegar a ser ese “alguien”. De intentar algo y nunca lograrlo, porque en realidad las luces nunca estuvieron enfocando mi camino. Hoy me volvió a pasar. El punto es que una vez en la vida quiero que me elijan a mí y no a otra. Salí. Caminé. Bajo un cielo que se veía azul pero se sentía gris. Caminé sola, sola porque no tenía nadie para que me acompañe. Hasta que todo se nubló y las lágrimas empezaron a caer sin pausa. Rodaban y caían. Me senté en un banco de la plaza. Y seguí llorando. Lloré por mí. Por él. Por lo que no fue y lo que es. Por lo que di y lo que guardé. Por lo que soy y lo que no. Lloré por lo que muestro y lo que en realidad es y lo no se ve. Por lo que dije y lo que callé. Lloré por la ausencia, por la falta, por la soledad. Más que nada por la soledad. Por los errores que cometí. Por lo que no corregí. Lloré. Lloré por no haber dicho las cosas que sentía. Lloré por la espera, por el tiempo. Por el amor. Me enjugué las lágrimas y respiré. Las nubes pasaron. Pero el cielo se seguía viendo gris. No hay respuestas. Sólo preguntas. ¿Por qué nunca soy yo? ¿Por qué nunca puedo ser la que eligen por una vez en la vida?. No hay respuesta. Me levante y seguí caminando, sin rumbo fijo. Buscando lo que nunca voy a encontrar.
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