viernes, 22 de julio de 2011

NUNCA ES TARDE

Una voz especial la despertó. Ese no fue un día en que le costó levantarse de la cama, aunque eran vacaciones de invierno y hubiera podido dormir un poco más.

Desde la cocina a su pieza llegaba un olor muy agradable, supuso, confundida, que podían ser masitas recién horneadas o alguna torta, nada habitual en su vida desde hacía un largo tiempo. Rápidamente busco sus pantuflas que se encontraban al lado de su cama, se las puso y se dirigió casi corriendo a la cocina, no sabiendo con lo que se iba a encontrar allí.

De espaldas, sacando del horno una fuente de masitas con pepas de chocolate, estaba ella, de pelo rizado y oscuro que le caía hasta casi la cintura, alta, delgada y con el delantal rosado, ese, ya bastante desteñido que se había comprado hacía algunos años en la tienda de dos cuadras de su casa. Imposible no reconocerla. Cuando se dio vuelta, no podía comprender. Miraba esa cara tan particular, con su mirada, cálida y esos ojos verdes, brillantes y grandes. La sonrisa que siempre la caracterizaba dibujada en su cara, que, con algunas pequeñas arrugas por el tiempo se la veía tan hermosa como siempre, quizás más.

-Buen día hija! Espero que te guste, las masitas las hice con pepas de chocolate y al café cinco cucharadas de azúcar, como a vos te gusta- Dijo su mamá.

Nadie la conocía más que su mamá, incluso ni ella misma. Se acercó, la abrazó y le dijo: -Gracias-. Lo único que le salió. Su mamá, como entendiendo la situación, solo atino a devolverle una sonrisa. Se sentó en una silla, tomo tres sorbos de café pero no pudo terminar ni la mitad de la masita que fue a parar a la boca de su perro Samuel.

Quería mirarla, no podía dejar de contemplarla. Era tan hermosa, tan cálida, tan transparente ¿Cómo no lo había notado antes?...Se acordó de esas largas charlas de café a medianoche, los grandes consejos casi nunca tomados, las risas, los te odio en cada pelea y los poco te amo y perdón de reconciliación, se acordó de cada uno de los momentos que parecían agolparse en su mente uno a uno como si no quisieran ser olvidados. Cuanto había faltado por decir.

Su mamá, como si hubiera percibido todo, se acercó hasta ella, la miró fijamente sonriéndole, le dio un beso en la frente, y le dijo: -NUNCA ES TARDE, pero me tengo que ir-. Alcanzó a gritar NO TE VAYAS, pero su mamá ya había desaparecido.

Sonó el despertador, eran las ocho. Se levantó, busco las pantuflas, llegó a la cocina, y como desde ya dos años, se encontró sola de vuelta. Pero esta vez sonrió y supo que aunque no estuviera ahí, podría encontrarla siempre que quisiera en sus sueños.

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