Cuando se despertó, no recordaba nada de la noche anterior, "demasiadas cervezas", dijo, al ver mi cabeza, al lado de la suya, en la almohada... y la besé otra vez, pero ya no era ayer, sino mañana. Y un insolente sol, como un ladrón, entró por la ventana. El día que llegó tenía ojeras malvas y barro en el tacón, desnudos, pero extraños, nos vio, roto el engañode la noche, la cruda luz del alba. Era la hora de huir y se fue, sin decir:"llámame un día". Desde el balcón, la vi perderse, en el trajín de
domingo, 29 de agosto de 2010
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